lunes, 26 de enero de 2015

PARA ADMINISTRAR LOS DIÁLOGOS DIFÍCILES / Rodrigo Arce


Un diálogo difícil es aquel que se verifica cuando entramos en una situación de encerramiento de posiciones y se agudiza la contradicción. Eventualmente podemos apreciar levantamiento de la voz, exacerbación de ánimos, incremento de la temperatura corporal, coloración de los rostros, entre otras manifestaciones. 

Cuando reconocemos que estamos entrando en un diálogo difícil lo primero que tenemos que hacer es tratar de gobernar nuestras emociones, que no trata de desconocer nuestra subjetividad sino saber controlarla y regularla. Una vez logrado el autocontrol hay que definir rápidamente qué es lo que estamos buscando, definir qué es lo que nos estamos proponiendo alcanzar en este diálogo, no en todo el proceso del diálogo sino en este momento del diálogo. Una vez que hemos logrado nuestro autodominio y aclarada nuestra motivación nos queda el reto de trabajar con la otra parte. 

La sabiduría popular nos dice que tenemos que tratar de “calmar las aguas” de nuestro interlocutor. Existen varias formas de hacer esto: no insistir en posiciones confrontacionales, tratar de reducir la polarización, abrir caminos de entendimiento, hacer preguntas más que afirmaciones, generar un clima de confianza para que el interlocutor pueda expresarse sin temores, aceptar que hay campos de duda o de incertidumbre, reconocer que hay informaciones, conocimientos, prácticas y evidencias que no necesariamente conocíamos, generar un clima constructivo de búsqueda de la verdad, entre otras posibilidades. Recuerda que no solo cuenta lo que se dice sino también cómo se dice. Así mismo, no olvidar el valor del lenguaje corporal y los gestos. Todo ello contribuye a manejar estos diálogos difíciles.

[A propósito de una valiosa reflexión dirigida por José Luis López, promotor del diálogo]


RODRIGO ARCE
Presidente de la 
Asociación Peruana de Facilitación APF

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