
Transcurren las horas y luego de tanto dar, de tanta fricción, descubro que el ánimo grupal ha decaído y el final de este taller entra en un sordo declive, y el segmento de despedida se convierte en una sencilla rutina que menoscaba los logros del día. Los rostros de las y los participantes se vuelven mudos y distantes. Lastima, una despedida así.
¿Y qué pasó?. Pues, parece que "quemé mis naves" antes de tiempo. No fui conciente del ritmo. El ritmo propio del grupo al cual exprimí sin considerar que todo tiene un proceso. Apagué el fuego del entusiasmo y dejé sin color lo que debió ser calor y pasión.
El temor de todo conductor de grupo me ocurrió. Cual sordo e impertinente dejé de escuchar el pálpito vital de las personas para sólo escuchar egoistamente el mío. Me doy cuenta que hace falta aprender descubriendo en mis rutinas, mis debilidades, mis errores.
Pienso y pienso ...y al final descubro lo importante del ritmo. Viene a mi mente el sabor, la maestría y el movimiento. Cuánto necesito descubrir mi propio ritmo!, el ritmo que tanto anhelo debe lograr arrancar de los objetos, de los cuerpos, de los equipos procesos que destilen fácilmente sabiduría y magia


Se entregarán constancias de participación.
Un abrazo
Hans Gutiérrez
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