jueves, 20 de agosto de 2015

SIGMUND FREUD: SETENTA AÑOS ME ENSEÑARON A VIVIR LA VIDA CON SERENA HUMILDAD






La entrevista, que a continuación transcribimos, fue concedida, en el año 1926, al periodista George Sylvester Viereck.

Transcurrió en la casa de los Alpes suizos, de Freud.

A pesar de que de creía perdida, fue publicada en el volumen de “Psychoanalysis and the Fut” en New York en 1957. La traducción es de Miguel Ángel Arce.

Sus líneas pueden ser una ocasión para encontrar al hombre que En el margen de la ciencia, la religión, el arte y toda concepción de la vida inventó una nueva subjetividad. Legándonos, así, un discurso que, nos dediquemos a lo que nos dediquemos y creamos en lo que creamos, otorga espacio y lugar al sujeto.

Helga Fernández, editora.




S. Freud: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad.

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos. Yo había visto el país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él.

S. Freud: Detesto mi maxilar mecánico, porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles con nosotros, tornándonos la vida más  desagradable a medida que envejecemos. Por fin, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos.

(Freud se rehusa a admitir que el destino le reserva algo especial).

S. Freud: ¿Por qué (dice calmamente) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos- el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?

George Sylvester Viereck: El señor tiene una fama. Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.

S. Freud: Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?

S. Freud: Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.

(Estabamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación de tierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía).

S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que me pueda acontecer después de estar muerto.

George Sylvester Viereck: ¿Entonces, el señor es, al final, un profundo pesimista?

S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosófica complique mi fluidez con las cosas simples de la vida.

George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?

S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción?

George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma, ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo de inmortalidad?

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma.  Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria?. No habría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.

George Sylvester Viereck: Bernard Shaw sustenta que vivimos muy poco. Él encuentra que el hombre puede prolongar la vida si así lo desea, llevando su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. Él cree que la humanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, consciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. Esto es lo que dice mi libro: “Más allá del principio del placer”. En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la “fiebre llamada vivir”. El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.

George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann.

S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.

(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación en el gabinete. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con la caligrafía clara de Freud).

George Sylvester Viereck: ¿En qué está trabajando el señor Freud?

S. Freud: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del psicoanálisis practicado por los legos. Los doctores quieren establecer al análisis ilegal para los no-médicos. La historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo. Después procuran monopolizarla.

George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvo mucho apoyo de los legos?

S. Freud: Algunos de mis mejores discípulos son legos.

George Sylvester Viereck: ¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?

S. Freud: Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver …

(En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente anglosajonas)

George Sylvester Viereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él.

George Sylvester Viereck: Mi impresión es de que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. “Tout comprendre c’est tout pardonner“.

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera alguna corolario del conocimiento.

(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con sus seguidores que lo habían abandonado, por qué él no perdona disentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de la que él se enorgullece como se enorgullece de su raza).

S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización, es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío.

(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que el espíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquier preconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencor personal. Pero debido  precisamente a su indignación, a su honesta ira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)

George Sylvester Viereck: ¡Me pone contento, Herr Profesor, de que también el señor tenga sus complejos, de que también el señor Freud demuestre que es un mortal!.

S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad; pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.

George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían mis complejos!

S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durar igualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años de su vida a la “caza de los leones”. Usted procuró siempre a las personas destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador, Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, Georg Bernard Shaw….

George Sylvester Viereck: Es parte de mi trabajo.

S. Freud: Pero también es su preferencia. El gran hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Usted también está procurando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte del complejo del padre.

(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Mientras tanto, reflexionando sobre eso, me parece que puede haber una verdad, no sospechada por mí, en su sugestión casual. Puede ser lo mismo que el impulso que me llevó a él).

George Sylvester Viereck: Me gustaría, observé después de un momento, poder quedarme aquí lo bastante para vislumbrar mi corazón a través de sus ojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yo muriese de pavor al ver mi propia imagen! Aún cuando no confío en estar muy informado sobre psicoanálisis,  frecuentemente anticiparía o tentaría anticipar sus intenciones.

S. Freud: La inteligencia en un paciente no es un impedimento. Por el contrario, muchas veces facilita el trabajo.

(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere bastante de sus seguidores, que no gustan mucho de la  seguridad del paciente que tienen bajo su supervisión).

George Sylvester Viereck: A veces imagino si no seríamos más felices si supiésemos menos de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones. El psicoanálisis le roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento a su original grupo de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo que todos abrigamos al criminal o al animal.

S. Freud: ¿Qué objeción puede haber contra los animales? Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.

George Sylvester Viereck: ¿Por qué?

S. Freud: Porque son más simples. No sufren de una personalidad dividida, de la desintegración del ego, que resulta de la tentativa del hombre de adaptarse a los patrones de civilización demasiado elevados para su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal es cruel, pero no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre contra la sociedad, por las restricciones que ella impone. Las más desagradables características del hombre son generadas por ese ajuste precario a una civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura. Mucho más agradables son las emociones simples y directas de un perro, al mover su cola, o al ladrar expresando su displacer. Las emociones del perro (añadió Freud pensativamente), nos recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o Héctor.

George Sylvester Viereck: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ájax.

S. Freud: (sonriendo) Me contenta saber que no pueda leer. ¡Él sería ciertamente, el miembro menos querido de la casa, si pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y el complejo de Edipo!

George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la existencia compleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parte responsable por las complejidades de la civilización moderna. Antes que usted inventase el psicoanálisis no sabíamos que nuestra personalidad es dominada por una hueste beligerante de complejos cuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como un rompecabezas complicado.

S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente.

George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la vida humana nunca fue más compleja. Cada día una nueva idea propuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de la conducta humana más intrigante y más contradictorio.

S. Freud: El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a una nueva verdad.

George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.

S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia. Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.

George Sylvester Viereck: La estructura científica que usted levanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -la teoría del “desplazamiento”, de la “sexualidad infantil”, de los “simbolismos de los sueños”, etc.- parecen permanentes.

S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenas soy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los substratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir continentes.

George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre todo en el sexo?

S. Freud: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt Whitman: “Más todo faltaría si faltase el sexo” (Yet all were lacking, if sex were lacking). Mientras tanto, ya le expliqué que ahora pongo el énfasis casi igual en aquello que está “más allá” del placer -la muerte, la negociación de la vida. ¡Este deseo explica por qué algunos hombres aman al dolor como un paso para el aniquilamiento! Explica por qué los poetas agradecen a:

Whatever gods there be,
That no life lives forever
And even the weariest river
Wind somewhere safe to sea.

“Cualesquiera dioses que existan
Que la vida ninguna viva para siempre
Que los muertos jamás se levanten
Y también el río más cansado
Desagüe tranquilo en el mar“

George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir para siempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente de interés.

S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende al sexo. El no tiene ni la más remota concepción del amor. No hay un verdadero caso amoroso en ninguna de sus piezas. Él hace humoradas del amor de Julio César -tal vez la mayor pasión de la historia. Deliberadamente, tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de toda grandeza, relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón para la extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvil de todas las cosas humanas que emanan de sus piezas, el clamor universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgo ascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa procura su propia importancia. Si usted raspa a un ruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analice cualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de la esfera de la sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordial al cual la propia vida debe su perpetuidad.

George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. El psicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía. Nietzche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia las novedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamente de los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia del principio del placer en predominar indefinidamente que él. En Zaratustra dice: “El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidad Pura, profundamente eternidad”. El psicoanálisis puede ser menos discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, su influencia en la literatura es inmensa por lo tanto. Thomas Mann y Hugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzler recorre un sendero que es, en gran medida, paralela a mi propio desarrollo. El expresa poéticamente lo que yo intento comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzle no es solo un poeta, es también un científico.

George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también es un poeta. La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey O’Higgins y otros, son sus intérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontrar alguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos Eugene O’Neill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. “The Silver Cord” por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo de Edipo.

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido que hay en esa afirmación. Pero, tengo cierta desconfianza de mi popularidad en los Estados Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no se profundiza. La popularización lo lleva a la aceptación sin que se lo estudie seriamente. Las personas apenas repiten las frases que aprenden en el teatro o en las revistas. Creen comprender algo del psicoanálisis porque juegan con su argot.  Yo prefiero la ocupación intensa con el psicoanálisis, tal como ocurre en los centros europeos, aunque Estados Unidos fue el primer país en reconocerme oficialmente.

La Clark University me concedió un diploma honorario cuando yo siempre fui ignorado en Europa. Mientras tanto, Estados Unidos hace pocas contribuciones originales al psicoanálisis.

Los americanos son jugadores inteligentes, raramente pensadores creativos. Los médicos en los Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, tratan de monopolizar para sí al psicoanálisis. Pero sería un peligro para el psicoanálisis dejarlo exclusivamente en manos de los médicos, pues una formación estrictamente médica es con frecuencia, un impedimento para el psicoanálisis. Es siempre un impedimento cuando ciertas concepciones científicas tradicionales están arraigadas en el cerebro.

¡Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio!. El no puede obligarse a sí mismo a agradar a Estados Unidos donde están la mayoría de sus seguidores. A pesar de su rudeza, Freud es la urbanidad en persona. Él oye pacientemente cada intervención, procurando nunca intimidar al entrevistador. ¡Raro es el visitante que se aleja de su presencia sin un presente, alguna señal de hospitalidad!

Había oscurecido. Era tiempo de tomar el tren de vuelta a la ciudad que una vez cobijara el esplendor imperial de los Habsburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud desciende los escalones que lo alejan de su refugio en la montaña a la calle para verme partir. Él me pareció cansado y triste al darme el adiós.

“No me haga parecer un pesimista”, dice Freud después de un apretón de manos. Yo no tengo desprecio por el mundo.

Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.

¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis hijos, mi mujer y mis flores!

No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros”.

El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me conducía rápidamente para la estación. Apenas logro ver ligeramente curvado y la cabeza grisácea de Sigmund Freud que desaparecen en la distancia…

Cortesía: EN EL MARGEN. Revista de Psicoanálisis
http://enelmargen.com/2015/04/21/setenta-anos-me-ensenaron-a-aceptar-la-vida-con-serena-humildad-entrevista-a-sigmund-freud/

STEVE JOBS: 6 EJERCICIOS PARA ENTRENAR EL CEREBRO


Una persona cuyo trabajo tenga mucho que ver con sus capacidades intelectuales siempre sentirá que su cerebro podría ser más flexible, más veloz aunque realmente ya tenga capacidades que cualquiera envidiaría. Incluso los genios más desarrollados a veces tienen la impresión de ser unos completos tontos.
Steve Jobs, el genio creativo también sintió la necesidad de ejercitar su cerebro.Genial.guru se enteró de su método de entrenamiento.
Si te sientas y sencillamente te observas a tí mismo verás lo inquieta que está tu mente. Cuando intentes tranquilizarla, la situación sólo se pondrá peor. Si al cabo de algún tiempo lo logras, se abrirán ante tí las cosas más sutiles. Tu intuición se hará más aguda, tu visión será más clara y serás consciente de tí mismo en el tiempo, en ese momento específico, aquí y ahora. Tus pensamientos se harán más lentos, tu conciencia se ampliará y verás muchísimo más allá de lo que veías antes.
Así le describió Steve Jobs los efectos de la meditación a su biógrafo Walter Isaacson.
Un tipo especial de meditación es la meditación de la conciencia plena que tiene sus orígenes en el budismo zen y el taoismo. Poco antes de morir, Jobs le dijo a Isaacson que hacía varios años que practicaba la meditación. Testigo de esto fue el periodista y escritor Jeffrey James con quien Jobs ya a inicios de la década de 1990 discutía acerca de la relación entre la filosofía zen y la programación de computadoras.

Ese tiempo fue algo exótico, asegura James, aún así fue un momento crucial en la vida de Jobs. Hoy el efecto positivo de la meditación ya ha sido comprobado por la neurociencia y gigantes de la talla de Google, General Mills, Target y Ford tienen cursos especiales para enseñarles a sus empleados el mismo tipo de meditación que Jobs descubrió hace ya más de una década.
A juzgar por lo que Isaacson deja entrever en su cita, la meditación que Jobs practicaba era muy parecida a la que el maestro Yang Jin Ming le enseñara a James (el periodista y escritor). Se trata de lo siguiente:

Paso 1:

Siéntate en la pose de flor de loto en un lugar apartado y silencioso. Intenta hacerlo sobre una almohada plana para evitar la tensión en la espalda. Empieza a respirar profundamente.

Paso 2

Cierra los ojos y escucha los pensamientos que vienen a tu mente: el trabajo, la casa, el televisor…todo esto no es más que un banal parloteo de tu así llamada “mente de mono“. No intentes deternlo, al menos no ahora. Limítate a observar cómo tu mente pasa de un pensamiento a otro. Repite este ejercicio 5 minutos al día durante una semana.

Paso 3

Sin intentar amainar o contener el curso de tus pensamientos, intenta dirigir tu atención a tu ”Mente de buey“, es decir, a la parte de tu mente que piensa con tranquilidad y despacio. La “mente de buey” sólo observa el mundo que la rodea. No lo juzga, no busca encontrar el significado, sólo ve, escucha y siente. La mayoría de la gente ni sospecha de su existencia aunque a alguien puede revelarsele en un momento de tribulación, cuando la ”mente de mono“ se ve obligada a callar. Incluso mientras estamos completamente a merced de nuestra ”mente de mono“, de sus órdenes (“pronto”, “hazlo“) y sus sobresaltos, la ”mente de buey” sigue su silencioso, paciente y minucioso trabajo.

Paso 4

A medida que empieces a ser consciente de tu “mente de buey” pídele que detenga de a pocos el ir y venir de la ”mente de mono“. A Jeffrey James, por ejemplo, le ayudaba la siguiente técnica: imaginaba a un buey que iba tranquilamente por un camino y el mono, como hechizado, se quedaba dormido. No te sientas mal si de vez en cuando el mono en tu mente se despierta, los monos son así. Descubrirás que cada vez con mayor frecuencia el mono descansará en vez de saltar errante por tu mente.

Paso 5

Luego de haber calmado a tu ”mente de mono” continúa centrando tu atención en tu “mente de buey”, tu respiración se hará más lenta. Sentiras en tu piel el roce del aire. Es posible que sientas cómo corre la sangre por tus venas. Si abres los ojos verás que el mundo a tu alrededor te parecerá algo diferente, nuevo e incluso algo extraño. Verás que por ejemplo la ventana no será más que un cuadrado lleno de luz, no algo que requiera ser abierto o cerrado, reparado o limpiado. Sencillamente existe aquí y ahora. Como tú mismo, aquí y ahora.

Paso 6

Para alcanzar este estado necesitarás de algún tiempo. Pero si has hecho todo correctamente no sentirás el paso del tiempo que habrá pasado desde el momento cuando iniciaste hasta ahora. Poco a poco, día a día irás aumentando la duración de la meditación y aunque te parezca asombroso sin importar cuánto dure, ya no sentirás el paso del tiempo. Puedes comprobarlo con un cronómetro.
La práctica regular de la meditación de la conciencia plena tiene tres grandes ventajas:
  1. Te desharás del estrés. Incluso si te enfrentas a grandes dificultades lo más probable es que nunca se conviertan en grandes preocupaciones.
  2. El insomnio será algo del pasado: Jeffrey James es testigo de que gracias a la práctica regular de la meditación necesita sólo 2 o 3 segundos para quedarse dormido a voluntad.
  3. Empezarás a pensar con más claridad y valorar con mayor exactitud lo que sucede en tu vida.


Fuente: inc
Traducción y adaptación: Genial.guru

jueves, 13 de agosto de 2015

CANTAR JUNTOS EN EL TREN: Una bella y loca DH-propuesta.



Lindo experimento social consistente en proponer a las y los pasajeros del tren para cantar en grupo. El resultado: Una inspiradora secuencia gregaria y cálida para guardar en nuestros corazones. Originalmente, este experimento social fue realizado por LIBERATORS INTERNACIONAL al parecer en europa con gran éxito. Y al verla resulta toda una tentación realizarla.

Será posible hacerlo en Perú?. Obviamente, lograrlo dependerá de algunos factores:
  • La calidad y comodidad del espacio para hacerlo.
  • El tiempo disponible entre paradero y paradero. 
  • Quizás la hora apropiada 
  • Tener el permiso correspondiente del tren (o bus?)
  • ..Y, contar con gente rematadamente loca para proponer esto a un público diverso, estresado y desconfiado como el nuestro. 
Poniéndome en los zapatos de los pasajeros, cómo pensaría frente a esta experiencia tan diferente?.
Quizás diría:
  • Y, ahora, cuánto me cobrarán por esta "gracia". 
  • Qué me venderán?. Posiblemente es un distractor para que otro -aprovechando mi descuido- intente robar mi celular o la billetera. 
  • ¿Será alguna "activación promocional"?

Por todo lo expuesto,
    https://www.youtube.com/watch?v=xctzp0dp9uc
  1. Hacer un flashmob en una línea del tren para liberar estrés. ¿Qué nos diría Pilar Núñez en el tren que va al sur?
  2. Obviamente, será necesario solicitar la licencia o permiso de un concesionario de tren para la autorización correspondiente. Quizás vendérselo como una idea que "humanice" el transporte público. "haciendo de tu recorrido ...una experiencia humana inolvidable!" jajajaja!.  
  3. Agrupar un equipo de personas vinculadas a DH capaces de atreverse a vencer el miedo a ser cuestionado por otros y lo que es peor (el cuestionamiento al "mí  mismo"). También, vencer el espantoso temor al ridículo público.
  4. Debe (el equipo) tener capacidad de lograr empatía, generar confianza rápidamente y especialmente contagiar entusiasmo a través de la irradiación de la "buena onda". Recuerden: integración mente-cuerpo-emoción.
  5. Adicionalmente, contar con cantante(s) y un guitarrista. Claro, si es que queremos cantar Over the rainbow en la versión del inmortal haitiano Israel "IZ" Kamakawiwo'ole.

Parece imposible de lograr... pero la vida está para sentirla y llenarla de experiencias maravillosas. Así empezó "reconstrucción humana", "abrazos gratis" entre otras campañas DH...¿Se animan?. ¿Se animan?

Hans Gutiérrez
Director DH

domingo, 2 de agosto de 2015

INTENSA MENTE: una hermosa exaltación del orden (patriarcal)




Autor: Octavio Salazar
Profesor Titular de Derecho Constitucional, Universidad de Córdoba


Siempre el mensaje transmitido por las películas de la factoría Disney ha sido tremendamente conservador, y especialmente reaccionario si las analizamos desde una perspectiva de género. La incorporación de Pixar en los últimos años ha dado lugar a algunas de las obras más bellas del cine de animación de todos los tiempos, pero la ideología ha permanecido prácticamente intacta.

La última producción de John Lasseter para la compañía no es una excepción. "Inten samente", vuelve a ser una bellísima película, en la que los guionistas han tejido una hábil historia sobre el funcionamiento de las emociones y en la que brillantez formal del producto nos deja deslumbrados, aún a riesgo de que pasemos por alto el mensaje que se nos sigue enviando desde la pantalla.

El viaje al interior de la mente de una preadolescente, bajo una apariencia de rotunda contemporaneidad y con la ayuda inestimable de una impecable factura técnica, se convierte en pretexto, una vez más, para incidir en el que siempre ha sido el mensaje de Disney. Es decir, la exaltación del orden establecido, la defensa de los valores tradicionales y, muy especialmente, de la estructura -económica, política, cultural- que representa la familia.

Del periplo por lo que se supone que es un permanente conflicto entre las emociones de Riley, una niña que entronca con toda la larga tradición de chicas desvalidas de la factoría, por más que nos la sitúen en un contexto aparentemente moderno y despojada de tules, podemos extraer varias conclusiones que nos sitúan en un discurso más rancio que antiguo.

Desde la presunción de que dejarse llevar por las emociones es negativo para la estabilidad del ser humano, a la invisibilidad de cualquier atisbo de "racionalidad" que contrarreste los excesos de lo que sentimos, pasando por unos patrones que inciden en la división de lo masculino frente a lo femenino, Inside out parece hecha más en aquellos años previos a que Betty Friedam se preguntara por "el mal que no tiene nombre" y que tan vulnerables y heridas dejaba a las mujeres.

Sería interesante que Pixar hiciera ahora el experimento de situar como protagonista de la historia a un chico en lugar de la tierna y sensible Riley, y así poder confirmar si Lasseter y compañía entienden que ellas y nosotros nos guiamos de manera distinta ante las complejidades de la vida.

"Intensa mente" lo que nos muestra es la peripecia, más o menos sofisticada, de una chica extremadamente "femenina", con emociones descontroladas y que necesita que la salven. De hecho, no falta, aunque sea ciertamente caricaturizado, el novio admirador de la protagonista que acaba convertido en un singular héroe, sin el que fallaría el desenlace de la aventura.

El sistema sexo/género ilustrado insistentemente por las películas de Disney, tal y como se analiza en numerosas monografías, vuelve a brillar en esta producción milimétricamente pensada para el éxito. El dibujo del padre y la madre de Riley se ajusta con precisión pluscuamperfecta al binomio hombre proveedor/mujer cuidadora y, con él, a todos los demás que siguen hoy articulando el patriarcado, incluido el monopolio de la autoridad por un hombre que la detenta en lo público y en lo privado.

Ellas, sin embargo, siguen viviendo para él, no tanto para ellas mismas. De hecho, no sabemos nada sobre el trabajo o profesión de la madre, si es que la tiene, más allá de ser la mantenedora de los vínculos afectivos del trío. Además, se subraya cómo madre e hija deben hacer un esfuerzo -incluso con sonrisas- para que el padre/proveedor se sienta respaldado afectivamente en un momento complicado de su vida laboral.

Es ésta la que, por supuesto, condiciona y determina la de las dos mujeres de la película, las cuales podrían ser perfectas protagonistas de una película americana de los 50, como el padre podría haber sido interpretado por un heroico James Stewart.

La división entre lo masculino y lo femenino se pone además en evidencia en el que constituye uno de los momentos más burdamente machistas de la película: ese en el que vemos cómo se enfrentan las emociones de la madre -todas ellas, por supuesto, femeninas - a las del padre, las cuales parecen sacadas de un manual de cómo responder a la virilidad entendida como un imperativo categórico.

Tampoco hay que olvidar que, por supuesto, el Miedo y el Asco son masculinos, por más que este último se represente con una chica-brócoli, y que la Ira es un irascible varón. No habría estado mal, por ejemplo, jugar a la confusión de sexos y a la disociación masculino/femenino en los conceptos... y en las emociones.

Y, por supuesto, como no podía ser menos en una película Disney, se proclama la familia heteronormativa como el bastión de la felicidad del individuo, o lo que es lo mismo, como sostén del modelo en el que la productora lleva siglos obteniendo dividendos.

Todo lo que supone ruptura con ese orden, libertad contra las fronteras que nos esclavizan, provoca efectos horrorosos, genera confusión y caos, lleva al desmoronamiento de la personalidad de una chica que parece enseñarnos que es bueno controlar las emociones, no dejarse llevar por ellas, y ajustarse siempre a los patrones en que se nos socializa, que no son otros que los de la familia como transacción entre la patria y el patriarcado.

"Intensa mente" es pues una lúdica, hermosa y contundente exaltación del orden establecido, y al que sin miedo alguno debemos poner los adjetivos patriarcal y capitalista. Algo que se presagia en el corto que la antecede, Lava, que es toda una glorificación del amor romántico y del poco sentido que tiene la vida sin nuestra "media naranja".

Todo ello al ritmo de una canción que hace subir los niveles de azúcar de cualquier espectador, sea diabético o no. Divertimento sí, brillante sin duda, pero con un tufillo que nos demuestra que para Pixar el tiempo parece seguir moviéndose de acuerdo con el reloj que un día diseñó, y no sabemos si congeló, Walt Disney.