jueves, 28 de mayo de 2015

¿SABES DIFERENCIAR UN PROBLEMA DE UN CONFLICTO?


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Cortesía:  LA MENTE ES MARAVILLOSA

La mayoría de ocasiones en las que nos enfrentamos a problemas interpersonales, la falta de éxito en la resolución es tan solo una cuestión de “definición”. Cuando nos enfrentamos a una situación difícil, nuestras emociones negativas se disparan y a veces nublan todo aquello que sí es importante, conduciéndonos a la total paralización frente a la dificultad. De repente nos sentimos atrapados, ahogados, no encontramos soluciones pero… ¿Frente a qué estamos?


¿Sabes lo que es un conflicto?

Se trata de dos puntos de vista (mínimo) diferentes frente a una misma situación. No es más que eso. Por lo tanto… ¿Cuántos conflictos atravesamos a lo largo de un día? Los conflictos nos rodean, viven con nosotros, son parte del ser humano y además son una potente fuente de aprendizaje… si están bien enfocados. Como diría Freud: “Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos”.

Por lo tanto, tenemos que aceptarlos y saber gestionarlos.  Pero, ¿Cuál es la solución de un conflicto? Lo obvio a veces es lo más importante: la resolución de un conflicto es tan simple y tan compleja como “llegar a un acuerdo”. A veces nos enroscamos en discusiones eternas que no llevan a ninguna conclusión, solo por tener “la razón”, cuando en la mayoría de ocasiones “la razón” es totalmente secundaría, casi todos los conflictos a los que nos enfrentamos puede ser resueltos mediante un acuerdo.

Los acuerdos implican que las dos partes, hay que hacer hincapié: las dos, deben renunciar a algunos conceptos, a alguna prioridad, para conseguir el bien común… Toda resolución acarrea consecuencias, pero esas consecuencias no invalidan el acuerdo, es decir: me enfrento, negocio, y pierdo una parte a la vez que gano otra. La parte que pierdo es solo una consecuencia, por lo tanto no tiene el poder de hacer tambalear el acuerdo.

Pero, ¿Qué pasa si el conflicto es interno? Parece más complejo pero en esencia es la misma estructura: tengo dos puntos de vista diferentes frente a una misma situación, entonces, ¿Qué pretendo? La respuesta es la misma: sí, llegar a un acuerdo.

Para ello tengo que valorar alternativas y adoptar una decisión, aunque ésta conlleve consecuencias que impliquen pérdidas. Las pérdidas son asumibles, pues las ganancias se valoraron en conjunto y el saldo salió positivo. Por lo tanto, ¿De qué sirven el autocastigo o la autocrítica? De nada.

Es cuestión de aceptar y validar las consecuencias. Al igual que en los conflictos que resolvemos de modo externo, nos encontramos con ganancias y consecuencias que debemos aceptar, en los conflictos internos ocurre lo mismo: la consecuencia es inherente a la resolución, por lo tanto debemos aceptarla y no castigarnos con ella contaminados por la emoción.

La resolución se lleva a cabo libre de emoción, en frío y valorando las alternativas, por lo tanto la crítica que nos produce la aceptación de consecuencias no solo es innecesaria sino que también  es evitable.


Pero… entonces,  ¿Qué es un problema?

Entendemos por problema una situación que se presenta y “en este momento”, “en este momento”, no tiene solución. Y, ¿qué hacemos. Volvemos a lo obvio y no menos importante: buscar la solución. En este caso lo primero es plantear una meta, dónde quiero llegar, cuál es mi objetivo, qué quiero conseguir.

Una vez establecida la meta, ponemos en práctica las posibles alternativas para llegar a alcanzar la solución de nuestro problema, las valoramos, las sopesamos y entonces nos ponemos en marcha. Al igual que en los conflictos la emoción actúa como enemigo paralizante. La resolución a veces será sencilla y otras no, pero  no por ello deja de ser válida nuestra meta. El camino puede ser difícil, pero seremos constantes si sabemos dónde queremos llegar.

No obstante al igual que aparecen dos tipos de conflictos (internos Vs. externos), nos encontramos con dos tipos de problemas: los que tienen solución y los que no. Ya sabemos qué hacer con los primeros pero, ¿Qué pasa con los segundos?, ¿Podemos hacer algo? La respuesta es sí, y se llama aceptación.

No podemos solucionar la pérdida de un ser querido ni podemos recuperar algo que se nos perdió… pero sí podemos  aceptar la realidad y hacer más pequeño su impacto en nuestras emociones, sólo así generaremos nuevas alternativas.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/sabemos-diferenciar-un-problema-de-un-conflicto/

LA FELICIDAD DE TRABAJAR DE OCHO A TRES


Una gran empresa que ha instaurado la jornada intensiva constata su éxito

Tomado de EL PAIS (España)


Martes. Dan las 15.00 en el reloj. Miles de personas empiezan a salir de un edificio en un barrio a las afueras de Madrid. Parece la pausa para comer; en realidad, es la salida del trabajo. No es un día festivo ni un horario especial de Navidad. En esta oficina es lo cotidiano. Ocurre a diario desde 2008. Ese año Iberdrola acordó con su plantilla, unos 9.000 trabajadores, universalizar la jornada intensiva: trabajar de 7.15 a 14.50 con 45 minutos de flexibilidad a la hora de entrar o salir todos los días del año. “La medida podía beneficiar a los trabajadores y era buena para la compañía”, dice Ramón Castresana, director de recursos humanos de la compañía. Seis años después, Castresana, que estuvo al frente de ese cambio, defiende la decisión con cifras: “Hemos mejorado la productividad y ganado más de medio millón de horas de trabajo anuales. Hemos reducido en un 20% el absentismo y un 15% los accidentes laborales”. A pesar de esos números y aunque la empresa cervecera Damm acaba de arrancar un programa semejante, la eléctrica sigue siendo una excepción en España en el sector privado.

Conciliación y salario emocional



  • La jornada continua reduce gasto de las empresas y, de media, aumenta la productividad un 6%, según la investigación Productividad y empleo elaborada por la Universidad de Zaragoza.
  • Los españoles salen una media de dos horas más tarde del trabajo que el resto de europeos, concluye un estudio de la Comisión Nacional de Horarios.
  • El salario emocional hace referencia a la percepción que tiene el trabajador con respecto a su empresa. Si esta le cuida, será mayor. La flexibilidad y la conciliación aumentan ese salario emocional. Las compañías que aplican este tipo de políticas aumentan su productividad un 19%, según el Barómetro de Conciliación Edenred-IESE 2012. Además, los empleados se sienten cuatro veces más comprometidos con la empresa y con su trabajo.
  • Debido a la crisis, las empresas han recortado el presupuesto dedicado a conciliación; se aprecia una reducción de hasta un 40% de las inversiones, según datos del observatorio demográfico y consultoría PeopleMatters.


"Por la mañana, llegas con otra mentalidad”, cuenta Teresa Roch, de 31 años y que trabaja en el departamento de recursos humanos. Tras un tiempo trabajando en Escocia, entró en Iberdrola en julio de 2013. “En Glasgow llegaba a la oficina y no paraba hasta la hora de comer. Muchos compañeros lo hacían delante del ordenador y aprovechaban para mirar el correo, el periódico… Después de la hora de salida nadie se quedaba haciendo horas extra”, recuerda. En España, es diferente: se llega, se saluda, se lee el periódico, se toma un café con algún compañero y se sale más tarde. “Hay que llenar las horas, porque nadie es capaz de estar diez horas produciendo”, añade Roch, que entró en la compañía con el horario intensivo ya instaurado. “Por eso se buscan distracciones”.

Paz Montes, de 47 años, en el departamento de suministro, vivió el cambio. Una década después de comenzar a trabajar en la eléctrica asistió a la reforma del convenio colectivo. “La propuesta fue de la empresa”, recuerda. “Se vivió con cierto escepticismo. Pensábamos que pretendían eliminar el formato intensivo de verano. Cuando nos dijeron que su propósito era extenderlo, fue una sorpresa”. Pero no por ser grata, la medida se iba a librar de las críticas. Primero, las de los sindicatos: se quejaban de que esta propuesta implicaba un aumento anual de 15 horas laborales. Luego, las de algunos directivos, que tenían miedo de salir del despacho y que no hubiera nadie; una especie de fobia a la oficina solitaria. Y por último, las de algunos trabajadores que no sabían cómo gestionar un tiempo al que no estaban acostumbrados.

"Un empleado que está más contento rinde más”, dice un responsable

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“Cuando llevas 30 años con un tipo de horario, cuesta”, apunta Castresana. “Es un cambio de cultura laboral importante”. “¿Puedo no hacer la jornada intensiva?”, llegó a plantear algún empleado. Pilates, natación, inglés… Al poco de concentrar el trabajo, en los pasillos se comenzó a hablar de actividades extralaborales. “No sé si alguien se llegó a apuntar a alguna”, bromea Montes. Al poco, nadie quería ni oír hablar de pasar la tarde frente al ordenador. “La adaptación fue fantástica”, dice el director de recursos humanos. “Y no generó ningún tipo de coste para la empresa”. “Los empleados se han concienciado de que tienen que aprovechar bien el tiempo para sacar el trabajo y salir a su hora”, añade. “Evitan interrupciones y concentran el esfuerzo. El resultado: la productividad es mayor”.


Nuestra vida está marcada por el tiempo. Además del horario laboral, que articula el día, nos marca el ritmo vital la manera en la que organizamos nuestro tiempo libre (horario personal) así como el horario de la sociedad: aquellas horas en las que se puede comprar, ir al cine o cenar en un restaurante. “En España, al tener más horas de luz y la posibilidad de realizar actividades casi a cualquier hora, la gente no tiene tanta prisa por irse a su casa”, opina Castresana. “Se trata de un modelo muy arraigado; la sociedad está acostumbrada a horarios muy largos. Por eso, pasamos muchas horas en la oficina y no siempre trabajando”. Es común calentar la silla: llegar antes que el jefe y marcharse después. Ocho de cada diez trabajadores dijo trabajar horas de más en 2012, según un estudio de la empresa de recursos humanos Randstad. Y el 76% de los que alargaban su jornada reconocía no hacerlo por carga laboral sino por puro presentismo. “A nosotros nos ha cambiado la mentalidad”, apunta Roch. “Si cumplimos, podemos irnos pronto”.

"Cambiar el horario cuesta al principio", admiten desde recursos humanos

Casi la única queja que se puede sonsacar a los empleados en relación con el horario es que algún día su salida se retrasa. “Cuando acabas a las seis de la tarde, si algo se complica, las probabilidades de salir a las ocho son elevadas”, dice Montes. “En cambio, si tu jornada acaba a las tres, aunque te alargues sigues saliendo pronto. Desde que hicimos el cambio, puedo contar con los dedos de la mano las veces que me he quedado hasta tarde. Saber que dispones de tiempo para ti te da un cambio de perspectiva. Vengo a trabajar más contenta y más tranquila”. “Si los empleados están más contentos, sin darse cuenta trabajan más”, añade Castresana. Desde Rational Time, consultora sobre la organización del tiempo, lo corroboran: “Una mala gestión de los horarios laborales y la carencia de medidas de flexibilidad puede acarrear un impacto negativo importante en las empresas”.

Ocho de cada diez trabajadores en España alargaron la jornada en 2012

“Conciliar es armonizar tu vida profesional con la personal”, dice Montes. Es madre de dos hijos. El primero lo tuvo con el horario habitual; el segundo, tras el cambio. “A nivel de estrés, al segundo casi ni lo noté”, recuerda. “No tenía que hacer malabares con el tiempo”. Al igual que algunos de sus compañeros, ella come en la oficina y sale un poco más tarde. “Nos permiten adaptar el horario a nuestra vida”, dice. Los trabajadores controlan su tiempo, y eso les da sensación de libertad.“Notamos la envidia de la gente”, dice con sobreactuada seriedad Teresa Roch. Opina que este modelo debería extenderse al resto de empresas: “Creo que mucha gente trabajaría mejor así”. Varias compañías han pedido información sobre las medidas que se han aplicado en la eléctrica. “En 2015 vamos a firmar el nuevo convenio y no tenemos ninguna duda: nuestro compromiso sigue adelante”, asegura Castresana. “Creo que las nuevas generaciones de trabajadores acabarán presionando para que se promuevan acuerdos semejantes y esto se generalice”, concluye. Va siendo hora de despedirse. Llevan mucho tiempo fuera de su puesto de trabajo. A todos les queda alguna tarea pendiente. Y todos quieren irse a las tres de la tarde.

Fuente: http://politica.elpais.com/politica/2014/12/26/actualidad/1419616033_794119.html?id_externo_rsoc=FB_CM