lunes, 28 de septiembre de 2015

LA FACILITACIÓN GRÁFICA AL SERVICIO DEL CONOCIMIENTO.



Ver los gráficos, de las conclusiones del XI Congreso Mundial de Mediación, proyectados en el ecran del bellísimo auditorio de la Universidad de Lima, es un gran logro, orgullo y triunfo.

Fue un logro, pues pasamos del amor y pasión del dibujo libre y espontáneo a algo más pensado, inteligente y riguroso.

De la belleza que nos da la libertad de nuestros garabatos en cualquier papel a la arquitectura en hojas de gran formato, la caligrafía perfecta, el pintado pertinente ...y especialmente poner todo en función al rescate de las ideas originales para el beneficio de todos.

Es un orgullo, porque pasamos -en poco tiempo- de nuestras clandestinas hojas de prueba (muchas veces incomprendidas) a ser parte de la lectura de las conclusiones de un Congreso de magnitud mundial, justo en su ceremonia final. ¡Qué golazo!

Y siento que es un triunfo, porque todas y todos soñaron y volaron. Volaron con el propósito de trascender en esto que ya consideramos arte en la facilitación y se enfrentaron a muchos inconvenientes, como la incredulidad de aquellas y aquellos que desconocían lo que íbamos a hacer y que lógicamente -por ser una innovación en este tipo de eventos- generan reacciones totalmente comprensibles a pesar de sus mejores voluntades.

Soñamos con esto (y más), armados humildemente de nuestros pasteles, plumones y ploters dibujamos a veces sin luz, sin pared alguna, en paneles inestables que improvisamos, y hasta sin almorzar ...sólo por el amor que nos provoca nuestro nuevo oficio.

Todo el equipo unido en este esfuerzo tan reconocido (y con tanto aprecio) por las y los sorprendidísimos mediadores y facilitadores del mundo, que se dieron cita en Lima.

Gracias a Victor Enríquez R (por contarnos la buena nueva hace 04 años),  a Irene Kerner (por iniciarnos) y especialmente al esforzado Marcelo Alvarez Bravo por hacer que este sueño siga alimentándose y creciendo, a través de la DH ESCUELA. No está lejos el momento en que esto se repetirá en cada aula escolar, en cada taller, en cada foro, en cada universidad, en cada instituto,  en cada canal de televisión. El dibujo al servicio del arte y el conocimiento.


Gracias equipo que se la jugó estoicamente: Isa Steph Huiza Rivas, Verónica Serrepe, Felipe Cochrane Parra, Carlos Juscamaita y Willi Sabarburu. Gracias también a los que quisieron y no pudieron asistir. Gracias Luis Ore por creer en nosotros y recomendar nuestra participación, gracias Javier Caravedo, al fotógrafo Eduardo Hinojosa Estrada y Rodrigo Arce Rojas. Gracias XI CONGRESO MUNDIAL DE MEDIACIÓN.

Más fotos: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10207338375274186&type=1&l=02f7b2d101

martes, 8 de septiembre de 2015

HIKIKOMORI: Cuando los jóvenes se aislan en su habilitación.




En Japón, hikikomori es el término que también se utiliza para describir a la gente joven que se aísla. Es una palabra que todo el mundo conoce.

Tamaki Saito acababa de titularse como psiquiatra cuando, a principio de los 90, fue sorprendido por el número de padres que buscaron su ayuda porque sus hijos habían abandonado el colegio y se habían escondido durante meses, algunas veces años. Con frecuencia estos jóvenes pertenecían a familias de clase media, casi todos hombres, y la edad promedio de este retiro voluntario era de 15 años.

Esto puede sonar como pereza de adolescente. ¿Por qué no quedarte en tu cuarto mientras tus padres esperan? Pero Saito explica que los que sufren esto están paralizados por un profundo temor social."En sus mentes están atormentados", aclara. "Quieren salir al mundo, quieren hacer amigos y tener novias (o novios), pero no pueden".

Violentos, paranoicos, depresivos

Los síntomas pueden variar. Para algunos, explosiones de violencia se alternan con comportamientos infantiles como patear a la madre. Otros pacientes pueden ser obsesivos, paranoicos y depresivos.

Cuando Saito empezó su investigación, el aislamiento social no era algo desconocido, pero era tratado por los doctores como un síntoma de otros problemas, en vez de un patrón de comportamiento que requería un tratamiento especial.Desde que llamó la atención del fenómeno, se cree que el número de hikikomori ha aumentado. Una cifra estimada conservadora de personas afectadas sería 200.000. Pero en 2010 una encuesta del gobierno de Japón arrojó una cifra mucho más alta: 700.000.

Debido a que por definición, quienes sufren de este fenómeno se esconden, Saito considera que la cantidad de afectados es todavía mayor, cerca del millón.El promedio de edad de hikikomori también parece haber aumentado durante las últimas dos décadas. Antes era de 21 años y ahora es de 32.

Pero, ¿por qué se aíslan?

Lo que lleva a un chico a retirarse en su cuarto puede ser comparativamente leve -por ejemplo, notas bajas o corazón roto- pero el autoaislamiento puede convertirse en una fuente de trauma. Y poderosas fuerzas sociales pueden conspirar para mantenerlo allí.

Una de esas fuerzas es sekentei, la reputación de una persona en la comunidad y la presión que él o ella siente para impresionar a otros. Mientras más tiempo pasa un hikikomori aislado de la sociedad, más consciente está de su fracaso social. Ellos pierden cualquier autoestima y confianza que hayan tenido, y la perspectiva de dejar la casa se convierte en algo aún más aterrador.

Los padres también son conscientes de su estatus social, por lo que esperan meses antes de buscar ayuda profesional.

Presión familiar

Un segundo factor social es amae -dependencia- que caracteriza las relaciones familiares japonesas. Tradicionalmente, las mujeres jóvenes viven con sus padres hasta que se casan, mientras que en el caso de los hombres es posible que nunca se muden del hogar familiar. Aunque cerca de la mitad de los hikikomori son violentos con sus padres, para la mayoría de las familias sería impensable echarlos de casa.

Pero tras décadas de apoyo a sus niños, los padres esperan que a cambio muestren respeto y cumplan con su papel en la sociedad de tener un trabajo.

Matsu se convirtió en un hikikomori después de que decepcionara a sus padres sobre su carrera y los cursos universitarios. "Mentalmente estaba muy bien, pero mis padres me empujaron de tal forma que no quería ir", cuenta. "Mi padre es un artista y lleva su propio negocio, quería que hiciera lo mismo". Pero Matsu lo que quería ser era programador en una firma grande, ser uno más del ejército de "asalariados" de las corporaciones japonesas.

"Pero mi padre dijo: 'En el futuro no habrá una sociedad como esa'. Me dijo: 'No te hagas un asalariado'".

Como muchos hikikomori, Matsu era el hijo mayor y recibió todo el peso de las expectativas de los padres. Creció furioso al ver a su hermano menor hacer lo que quería. "Me volví violento y tuve que vivir separado de mi familia".

Una manera de interpretar la historia de Matsu es verlo como en la línea de fallos de un cambio cultural en Japón.

"Tradicionalmente, la psicología japonesa se veía como orientada a los grupos, los japoneses no quieren resaltar en un grupo", explica Yuriko Suzuki, psicólogo del Instituto Nacional para la Salud Mental en Tokio. "Pero creo que especialmente para las generaciones más jóvenes, quieren una atención y cuidado más personalizado o individualizado. Pienso que estamos en un estado mixto".

No obstante, incluso los hikikomori que desesperadamente quieren cumplir los planes que sus padres tienen para ellos pueden terminar sintiéndose frustrados.

Hikikomori, arbeiter y neets

Andy Furlong, un académico de la Universidad de Glasgow especializado en la transición de la educación al trabajo, vincula el auge del fenómeno hikikomori con la explosión de la "burbuja económica" de los años 80 y el inicio de la recesión de los 90.

Fue en este punto que se rompió la cinta trasportadora de las buenas calificaciones en los colegios que te llevaba a buenas universidades y de allí a excelentes trabajos de por vida. Una generación de japoneses se enfrentó a las inseguridades de los trabajos temporales o de media jornada.

Y se convirtió en un estigma, no una simpatía.

A los japoneses que aspiraban a puestos de trabajo se les llamó arbeiter, una combinación del término inglés freelance y la palabra alemana para trabajador. En los debates políticos se referían a los arbeiter como neets, personas que no estaban en la educación, en trabajos o cursos de entrenamiento. Hikikomori, arbeiter y neets eran formas de describir a las generaciones de jóvenes buenos para nada, parásitos de la floja economía japonesa. Generaciones mayores, que se graduaron y consiguieron carreras estables en los años 60 y 70 no podía relacionarse con ellos.

"Las oportunidades han cambiado profundamente", dice Furlong. "No creo que las familias siempre puedan manejarlo".

Una reacción común es tratar la reacción recalcitrante del hijo con rabia, darles un sermón y hacerles sentir culpable de traer vergüenza a la familia. El riesgo en este caso es que -como en el caso de Hide- la comunicación con los padres se rompa definitivamente.

Pero algunos padres han sido impulsados a tomar medidas extremas.

Durante un tiempo, una empresa que operaba en Nagoya podía ser contratada por padres para irrumpir en las habitaciones de los niños, darles una gran reprimenda, y forzarlos a salir del dormitorio para que aprendan del error de sus formas.

Como el alcoholismo

Kazuhiko Saito, director del departamento de psiquiatría del hospital de Kohnodai en Chiba, considera que intervenciones repentinas, incluso por profesionales de la salud, pueden tener un resultado desastroso.

"En muchos casos el paciente se vuelve violento hacia el personal o hacia los padres delante de los consejeros o una vez que estos se hayan ido", agrega.

Kazuhiko Saito está a favor de que profesionales de la salud visiten a un hikikomori, pero aclara que deben tener un informe completo del paciente, quien debe saber con anterioridad que va a tener la visita de un especialista.

En cualquier caso, el enfoque de no hacer nada ha probado no funcionar. Tamaki Saito asemeja el estado de hikikomori con el de alcoholismo, imposible dejarlo sin una red de apoyo.

Su enfoque es empezar con "reorganizar" la relación del paciente con sus padres, armar a madres y padres desesperados con estrategias para reiniciar la comunicación con sus hijos. Cuando el paciente está lo suficientemente bien como para acudir a la clínica en persona, se le trata con fármacos y terapia.

La terapia de grupo es un concepto relativamente nuevo en la psicología japonesa, aunque los grupos de autoayuda se han convertido en una forma clave para atraer a un hikikomori a la sociedad. Tanto para Hide como para Matsu, la recuperación fue reforzada con una visita a un club juvenil de caridad en Tokio conocido como ibasho. Se trata de un lugar seguro para que los visitantes empiecen a reintroducirse en la sociedad.

Los dos hombres han hecho progresos en la relación con sus padres. Matsu ha hecho entrevistas de trabajo como programador y Hide tiene un trabajo parcial, él piensa que el empezar a hablar con sus padres ha ayudado a que toda la familia pueda seguir adelante.

Ellos pensaron en el tipo de vida del pasado y el futuro", agrega Hide. "Creo que antes, aunque estuvieran afuera trabajando, su actitud mental era de hikikomori, pero ahora son más abiertos y honestos sobre ellos mismos. Como hijo me alegra verlos cambiar".

Muchos padres de hikikomori visitan el ibasho aun cuando puede que sus hijos nunca estén lo suficientemente bien para que los acompañen al centro.

Tomado de: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/07/130705_salud_japon_hikikomori_aislamiento_social_gtg

jueves, 3 de septiembre de 2015

...ESTO TAMBIÉN PASARÁ.

 

 
Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
 
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...

Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- manténlo escondido en el anillo. Abrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIEN PASARA”.

Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.

El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

-Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.

-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.

Entonces el anciano le dijo:

-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.


 Cortesía:Constelaciones Del Amor A la Familia