En Japón, hikikomori es el término que también se
utiliza para describir a la gente joven que se aísla. Es una palabra que todo
el mundo conoce.
Tamaki Saito acababa de titularse como psiquiatra
cuando, a principio de los 90, fue sorprendido por el número de padres que
buscaron su ayuda porque sus hijos habían abandonado el colegio y se habían
escondido durante meses, algunas veces años. Con frecuencia estos jóvenes
pertenecían a familias de clase media, casi todos hombres, y la edad promedio
de este retiro voluntario era de 15 años.
Esto puede sonar como pereza de adolescente. ¿Por
qué no quedarte en tu cuarto mientras tus padres esperan? Pero Saito explica
que los que sufren esto están paralizados por un profundo temor social."En
sus mentes están atormentados", aclara. "Quieren salir al mundo,
quieren hacer amigos y tener novias (o novios), pero no pueden".
Violentos, paranoicos, depresivos
Los síntomas pueden variar. Para algunos,
explosiones de violencia se alternan con comportamientos infantiles como patear
a la madre. Otros pacientes pueden ser obsesivos, paranoicos y depresivos.
Cuando Saito empezó su investigación, el
aislamiento social no era algo desconocido, pero era tratado por los doctores
como un síntoma de otros problemas, en vez de un patrón de comportamiento que
requería un tratamiento especial.Desde que llamó la atención del fenómeno, se
cree que el número de hikikomori ha aumentado. Una cifra estimada conservadora
de personas afectadas sería 200.000. Pero en 2010 una encuesta del gobierno de
Japón arrojó una cifra mucho más alta: 700.000.
Debido a que por definición, quienes sufren de este
fenómeno se esconden, Saito considera que la cantidad de afectados es todavía
mayor, cerca del millón.El promedio de edad de hikikomori también parece haber
aumentado durante las últimas dos décadas. Antes era de 21 años y ahora es de
32.
Pero, ¿por qué se aíslan?
Lo que lleva a un chico a retirarse en su cuarto
puede ser comparativamente leve -por ejemplo, notas bajas o corazón roto- pero
el autoaislamiento puede convertirse en una fuente de trauma. Y poderosas
fuerzas sociales pueden conspirar para mantenerlo allí.
Una de esas fuerzas es sekentei, la reputación de
una persona en la comunidad y la presión que él o ella siente para impresionar
a otros. Mientras más tiempo pasa un hikikomori aislado de la sociedad, más
consciente está de su fracaso social. Ellos pierden cualquier autoestima y
confianza que hayan tenido, y la perspectiva de dejar la casa se convierte en
algo aún más aterrador.
Los padres también son conscientes de su estatus
social, por lo que esperan meses antes de buscar ayuda profesional.
Presión familiar
Un segundo factor social es amae -dependencia- que
caracteriza las relaciones familiares japonesas. Tradicionalmente, las mujeres
jóvenes viven con sus padres hasta que se casan, mientras que en el caso de los
hombres es posible que nunca se muden del hogar familiar. Aunque cerca de la
mitad de los hikikomori son violentos con sus padres, para la mayoría de las
familias sería impensable echarlos de casa.
Pero tras décadas de apoyo a sus niños, los padres
esperan que a cambio muestren respeto y cumplan con su papel en la sociedad de
tener un trabajo.
Matsu se convirtió en un hikikomori después de que
decepcionara a sus padres sobre su carrera y los cursos universitarios.
"Mentalmente estaba muy bien, pero mis padres me empujaron de tal forma
que no quería ir", cuenta. "Mi padre es un artista y lleva su propio
negocio, quería que hiciera lo mismo". Pero Matsu lo que quería ser era
programador en una firma grande, ser uno más del ejército de
"asalariados" de las corporaciones japonesas.
"Pero mi padre dijo: 'En el futuro no habrá
una sociedad como esa'. Me dijo: 'No te hagas un asalariado'".
Como muchos hikikomori, Matsu era el hijo mayor y
recibió todo el peso de las expectativas de los padres. Creció furioso al ver a
su hermano menor hacer lo que quería. "Me volví violento y tuve que vivir
separado de mi familia".
Una manera de interpretar la historia de Matsu es
verlo como en la línea de fallos de un cambio cultural en Japón.
"Tradicionalmente, la psicología japonesa se
veía como orientada a los grupos, los japoneses no quieren resaltar en un
grupo", explica Yuriko Suzuki, psicólogo del Instituto Nacional para la
Salud Mental en Tokio. "Pero creo que especialmente para las generaciones
más jóvenes, quieren una atención y cuidado más personalizado o
individualizado. Pienso que estamos en un estado mixto".
No obstante, incluso los hikikomori que
desesperadamente quieren cumplir los planes que sus padres tienen para ellos
pueden terminar sintiéndose frustrados.
Hikikomori, arbeiter y neets
Andy Furlong, un académico de la Universidad de
Glasgow especializado en la transición de la educación al trabajo, vincula el
auge del fenómeno hikikomori con la explosión de la "burbuja
económica" de los años 80 y el inicio de la recesión de los 90.
Fue en este punto que se rompió la cinta
trasportadora de las buenas calificaciones en los colegios que te llevaba a
buenas universidades y de allí a excelentes trabajos de por vida. Una
generación de japoneses se enfrentó a las inseguridades de los trabajos temporales
o de media jornada.
Y se convirtió en un estigma, no una simpatía.
A los japoneses que aspiraban a puestos de trabajo
se les llamó arbeiter, una combinación del término inglés freelance y la
palabra alemana para trabajador. En los debates políticos se referían a los
arbeiter como neets, personas que no estaban en la educación, en trabajos o
cursos de entrenamiento. Hikikomori, arbeiter y neets eran formas de describir
a las generaciones de jóvenes buenos para nada, parásitos de la floja economía
japonesa. Generaciones mayores, que se graduaron y consiguieron carreras
estables en los años 60 y 70 no podía relacionarse con ellos.
"Las oportunidades han cambiado
profundamente", dice Furlong. "No creo que las familias siempre
puedan manejarlo".
Una reacción común es tratar la reacción
recalcitrante del hijo con rabia, darles un sermón y hacerles sentir culpable
de traer vergüenza a la familia. El riesgo en este caso es que -como en el caso
de Hide- la comunicación con los padres se rompa definitivamente.
Pero algunos padres han sido impulsados a tomar
medidas extremas.
Durante un tiempo, una empresa que operaba en
Nagoya podía ser contratada por padres para irrumpir en las habitaciones de los
niños, darles una gran reprimenda, y forzarlos a salir del dormitorio para que
aprendan del error de sus formas.
Como el alcoholismo
Kazuhiko Saito, director del departamento de
psiquiatría del hospital de Kohnodai en Chiba, considera que intervenciones
repentinas, incluso por profesionales de la salud, pueden tener un resultado
desastroso.
"En muchos casos el paciente se vuelve
violento hacia el personal o hacia los padres delante de los consejeros o una
vez que estos se hayan ido", agrega.
Kazuhiko Saito está a favor de que profesionales de
la salud visiten a un hikikomori, pero aclara que deben tener un informe
completo del paciente, quien debe saber con anterioridad que va a tener la
visita de un especialista.
En cualquier caso, el enfoque de no hacer nada ha
probado no funcionar. Tamaki Saito asemeja el estado de hikikomori con el de
alcoholismo, imposible dejarlo sin una red de apoyo.
Su enfoque es empezar con "reorganizar"
la relación del paciente con sus padres, armar a madres y padres desesperados
con estrategias para reiniciar la comunicación con sus hijos. Cuando el
paciente está lo suficientemente bien como para acudir a la clínica en persona,
se le trata con fármacos y terapia.
La terapia de grupo es un concepto relativamente nuevo
en la psicología japonesa, aunque los grupos de autoayuda se han convertido en
una forma clave para atraer a un hikikomori a la sociedad. Tanto para Hide como
para Matsu, la recuperación fue reforzada con una visita a un club juvenil de
caridad en Tokio conocido como ibasho. Se trata de un lugar seguro para que los
visitantes empiecen a reintroducirse en la sociedad.
Los dos hombres han hecho progresos en la relación
con sus padres. Matsu ha hecho entrevistas de trabajo como programador y Hide
tiene un trabajo parcial, él piensa que el empezar a hablar con sus padres ha
ayudado a que toda la familia pueda seguir adelante.
Ellos pensaron en el tipo de vida del pasado y el
futuro", agrega Hide. "Creo que antes, aunque estuvieran afuera
trabajando, su actitud mental era de hikikomori, pero ahora son más abiertos y
honestos sobre ellos mismos. Como hijo me alegra verlos cambiar".
Muchos padres de hikikomori visitan el ibasho aun
cuando puede que sus hijos nunca estén lo suficientemente bien para que los
acompañen al centro.
Tomado de: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/07/130705_salud_japon_hikikomori_aislamiento_social_gtg
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